EDUCACIÓN EN CRISIS TERMINAL
Por: Lic. Flavia Vecellio Reane.
Lic. Flavia Vecellino Reane. |
Hace años que la
Educación está en crisis terminal. Llevo más de dos décadas en el aula constatando
esa agonía desde la primera fila. No estoy diciendo nada nuevo. Guillermo Jaim
Etcheverry lo expuso muy bien en su libro La Tragedia Educativa. Pero era una
verdad incómoda. No sólo para los que diseñan los planes de educación. También
para los padres de los estudiantes.
Dijo Jaim
Etcheverry, allá por 1999, que a los papás, en su enorme mayoría, les interesa
más que sus hijos vayan al colegio "para que no estén vagueando en la
calle" que para que incorporen contenidos y aprendan a pensar. El colegio,
por tanto, se convierte en una guardería para niños y adolescentes en la que
los padres los pueden dejar mientras ellos se dedican a trabajar, a hacer
cursos de postgrado o a pasar el tiempo tranquilos, sin los chicos.
El mundo
atraviesa una pandemia que nos obliga a vivir en cuarentena. Y la cuarentena
expone una verdad que muchos docentes sabemos desde hace mucho tiempo...
De Talía a Sandra
Borghi. De amas de casa a ejecutivas. De papás a mamás. Hoy escucho, leo, veo
videos en los que queda muy bien explicado, con ejemplos personalizados, lo que
Jaim Etcheverry dijo hace más de veinte años: no importa que aprendan, importa
que no incomoden.
"Yo no
quiero ser maestra", protesta una periodista en televisión argentina.
También otra colega dice: "Ya está, estamos en cuarentena... ¿Qué problema
hay si por tres o cuatro meses no hacen nada? Todo bien con las maestras, pero
yo no tengo ganas de sentarme todos los días con los chicos a hacer la
tarea".
El Ministro de
Educación argentino hizo un llamamiento a que los docentes no envíen mucha
tarea a los alumnos a través de plataformas digitales. Las quejas de los
padres, evidentemente, se hicieron escuchar.
A este blanqueo
(ahora están en casa a la fuerza, no molesten con tarea), se le suma otra
realidad. Docentes que se especializan en pasar horas cátedra haciendo nada en
las aulas se ven obligados a demostrar que trabajan... ¡Los empleadores
monitorean la actividad digital! Entonces se preocupan porque "quede
constancia", y envían tareas que jamás en su vida pedían cuando estaban
sólos con los alumnos en las aulas. Triste realidad.
En nivel
universitario el blanqueo es otro. El claustro, en innumerables casos, está
integrado por docentes que, por razones de edad o de inconsciencia e
irresponsabilidad profesional, se llevan muy mal con la tecnología. Los
estudiantes, en tanto, están corriendo esa carrera digital desde que nacieron.
Llevan muchos cuerpos de ventaja. ¿Entonces?¡Entonces la soberbia académica
aprende lo evidente! La educación es un proceso, por lo tanto la interacción de
los elementos es transversal. Aprende el alumno y aprende el docente. Lo
contrario, una relación vertical, en las aulas no es educación: es
adoctrinamiento, y es dictatorial.
"De las
academias, ¡líbranos, Señor!", grita Rubén Darío en su Letanía a Don
Quijote de la Mancha. Y yo, universitaria al frente de las aulas, que padecí
profesores totalitarios y atrasados, pienso lo mismo que el poeta y periodista
nacido en Nicaragua.
La educación
sigue respirando. Pero está en piloto automático. No piensa. El cerebro no
responde.
El mundo, cuando
termine la cuarentena, no va a volver a ser lo que era. Las carreras
universitarias, que estaban agonizando en un planeta que estaba cambiando, van
a estar muertas. El planeta ya cambió.
En educación, la
formación autodidacta es lo que asoma en el horizonte del nuevo orden mundial.
Van a ser necesarios mentores, guías, Maestros, a los que consultaremos por
afinidades electivas, no por obligación burócrata y administrativa. La
educación formal ya no será vista con el mismo respeto nominal. Porque la
humanidad está comprobando que lo importante no es cumplir con currículas
anacrónicas. Lo que importa es pensar, cuestionar, criticar, sobrevivir.
Lo que importa,
el Maestro Covid19 nos explicó con crueldad que lo que importa, es otra cosa.
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